Calificarnos como ‘tímidos’ nos lleva a la timidez, o mejor dicho nos mantiene en la timidez.

Desde siempre he pensado que cualquier ‘etiqueta’ que nos pongan o nos pongamos nosotros lo que hacen es limitarnos. Porque nos encasilla en ese papel y nos es difícil salir aún cuando tomamos conciencia de que vivimos condicionados por una etiqueta, por una creencia.

De ahí la importancia de prestar importancia a como hablamos de alguien y en vez de decir ‘es tímido’, etc. Digamos, dependiendo del momento: ‘tiene timidez’, ‘hoy está tímido’, ‘aún le cuesta relacionarse’, ‘aprende a relacionarse’, etc., Aquí no hablo de cómo es la persona sino de una característica que puede existir puntualmente, que puede cambiar.

A las personas PAS les suelen decir que son tímidas pero realmente detrás hay otras cosas que hacen que se las etiquete así. Como persona PAS que ha vívido hasta prácticamente ahora con la ‘carga’ de ser calificada de ‘tímida’,  veo que en realidad, sencillamente, observamos mucho, analizamos lo que vemos, lo que sentimos, pensamos antes de hablar;  y a veces sólo nos apetece escuchar (pues aprendemos mucho haciéndolo).

Nuestra energía suele ser tranquila de por sí y si hay gente con una energía muy extrovertida y /o acaparadora pues puede que un poco nos cueste intervenir: ahora bien, si nos preguntan seguro que sorprendemos luego con lo que decimos y cómo lo decimos.

Tener un pensamiento sobre nosotros mismos de que somos tímidos, nos va a frenar a la hora de relacionarnos fácilmente con los demás y de hablar en grupos, porque ya sólo el pensarlo, inconscientemente nos va a sobreactivar y hacer ‘más real’ nuestra timidez.

Experimento sobre la timidez:

Veamos un experimento que se realizó sobre la timidez en la Universidad de Stanford, por Susan Brodt y Philip Zimbardo. Hicieron un muestreo con alumnas de la universidad que decían ser sumamente “tímidas”, en especial con los hombres, y otras que no eran “tímidas”, que sirvieron como grupo de comparación.

En el estudio, que supuestamente tenía que ver con los efectos de los ruidos fuertes, se hizo pasar a cada mujer un rato en compañía de un hombre joven. El hombre, que no sabía si la mujer con la que estaba era “tímida” o no, había recibido instrucciones para que conversara con todas las mujeres de igual manera. E l truco del estudio consistió en hacer creer a algunas mujeres tímidas que su sobreactivación (las palpitaciones en el pecho y la aceleración del pulso) se debía al fuerte ruido.

El resultado fue que aquellas mujeres “tímidas” que creyeron que su sobreactivación era debida al fuerte ruido, hablaron tanto con el joven como aquellas otras que no se consideraban tímidas.  Incluso tomaron el control del tema de la conversación, del mismo modo que las mujeres no tímidas.

El otro grupo de mujeres tímidas que no tenían a qué culpar su sobreactivación, hablaron mucho menos y dejaron que fuera el hombre quien controlase la conversación en mayor medida.  

Después del experimento, se le pidió al joven que intentará identificar a las mujeres tímidas. Pues bien, no pudo distinguir a las mujeres no tímidas de las tímidas a las que se había hecho creer que su activación se debía al fuerte ruido.

En este grupo, las mujeres tímidas perdieron timidez al suponer que había una razón social para su sobreactivación. También dijeron que no habían sentido timidez alguna y que habían disfrutado de la experiencia.

Recuerda este experimento la próxima vez que te sientas sobreactivado en una situación social!

Dejemos de calificarnos como tímidos y no permitamos que los demás no etiqueten de ese modo, y nuestra vida se enriquecerá de nuevas vivencias.

Liberarnos de la etiqueta de ‘tímido’, no es cosa de un día, requiere un trabajo en el que puedo guiarte y acompañarte.

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